SANTA MARÍA DE IGUÁCEL . INTERIOR
El interior de la iglesia es muy sobrio. Lo primero que destaca cuando se entra en ella es su gran altura, del orden de trece metros, que contrasta con sus menos de siete metros de anchura. La nave, de aproximadamente trece metros y medio de largo, tiene cubierta a dos aguas de lajas de piedra, sobre armaduras de madera. En el muro sur se abren dos ventanas y una puerta sin adorno alguno hacia el interior. En el muro oeste está la puerta principal y sobre ella, descentrada, una ventana con arco de medio punto. En el muro norte, que carece de huecos al exterior, hay una puerta ubicada aproximadamente frente a la puerta sur, ambas muy parecidas, que da acceso a la torre. Los muros norte, sur y oeste disponen, en su parte inferior, de bancos de piedra, corridos a lo largo de ellos. Separado de la nave por un arco triunfal de medio punto, sin capiteles ni decoración alguna, se encuentra lo más interesante del interior: el ábside. Cubierto por bóveda de cuarto de esfera, el muro absidial presenta tres zonas bien diferenciadas: La parte inferior que es totalmente lisa y alberga la pintura gótica de los apóstoles. La parte superior, separada de la banda inferior por una imposta, aloja cinco arcadas de medio punto sobre capiteles decorados y columnas con grandes basas adosadas al muro. En el interior de los arcos primero, tercero y quinto había tres ventanas que se cerraron en el segundo cuarto del siglo XV para pintar tres escenas de la vida de la Virgen. La primera (en el lado del evangelio) desapareció, la segunda y central es una escena de la Virgen con el Niño, y la tercera (en el lado de la epístola) La Epifanía. La parte más alta del muro conserva alguna escena de Cristo en el Calvario. Las pinturas pertenecen al estilo internacional, que permaneció en Aragón entre finales del siglo XIV y mediados del XV. Se intuía ya su existencia por verse restos de ellas en el presbiterio bajo una capa de yeso , especialmente en el lado de la epístola. Durán Gudiol en 1973 ya puso de manifiesto su existencia e incluso publicó (1) una fotografía en la que se veía, parcialmente oculta, la figura de Santo Tomás. Durante la restauración dirigida por Almagro Gorbea, se confirmó la existencia de dichas pinturas al retirar el retablo barroco que tapaba las dos figuras centrales, que no se habían repintado. El restaurador Liberto Anglada se ocupó de eliminar las capas de yeso y cal y de limpiar y consolidar las pinturas del siglo XV. En el año 1990 después de haberse sustituido la cubierta de la ermita para eliminar las filtraciones fueron de nuevo restauradas (2) por la misma persona. El suelo de la nave está pavimentado con cantos rodados alargados que forman figuras geométricas: todas ellas son cuadrados con las diagonales paralelas a los muros, excepto un círculo junto al presbiterio, que he utilizado como fondo de estas páginas. (1). Arte Altoaragonés de los Siglos X y XI. Antonio Durán Gudiol. Sabiñánigo 1973. Pg. 199. (2). Heraldo de Aragón, lunes 15 de octubre de 1990, pg.33. Según informaba Liberto Anglada a dicho medio los murales se encontraban ahuecados, aunque la pintura se mantenía intacta. El proceso de restauración consistía en: Rellenar los huecos existentes bajo las pinturas por inyección de resinas epoxi. Colocar pernos en algunos puntos de los murales para ayudar a la consolidación del conjunto. Limpieza de las pinturas y fijación del revoque. Reavivar los colores recuperando los tonos originales, dejando los murales protegidos contra la humedad. PUEDE VER LAS FOTOS DE LOS CAPITELES COLOREADOS Y DE LAS PINTURAS SEÑALADAS CON LA LETRA P HACIENDO CLIC SOBRE ELLAS EN EL DIBUJO.
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